24 febrero, 2012

El amor es el caos originado por la colisión entre tú y yo.


Estábamos sentados uno al lado del otro, con la botella de vodka recién abierta en medio, observando cómo la ciudad cobraba vida al anochecer, con la luna presidiendo el cielo repleto de estrellas.
Cogí la botella y di un sorbo rápido y seco. Cerré los ojos mientras el líquido resbalaba por mi garganta, quemándolo todo a su paso, hasta llegar al estómago. Luego, le pasé la botella a Steve, que repitió mi gesto, con un trago corto. Nunca habíamos sido muy aficionados al alcohol, pero aquella noche necesitábamos sentarnos en lo alto de la colina del norte, mirar la ciudad que encendía sus luces nocturnas y emborracharnos. Ambos lo sabíamos.
-          ¿Cómo es? – me preguntó él de pronto, pasándome de nuevo la botella.
-          ¿El qué? – pregunté, aunque ya sabía a qué se refería. Steve no había sacado el tema aún, pero sabía que ese momento llegaría tarde o temprano, porque si la situación hubiera sido a la inversa, a mí también me hubiera estado carcomiendo la curiosidad desde dentro.
Tomé la botella entre mis manos, pero no volví a beber. Simplemente, esperé a que Steve formulara su pregunta al completo y me preparé para contestarla, porque la respuesta era una de esas que cuesta encoger y encarcelar entre frases. Los sentimientos siempre habían sido para mí imposibles de expresar con palabras.
-          Enamorarse. – Respondió él, silabeando con cuidado.
-          Es… brutal – repliqué después de varios segundos de reflexión.
Acerqué nuevamente la botella a mis labios y dejé que el vodka me permitiera soltar mis pensamientos.
-          Pensé que dirías… bonito, o alguna cursilada así. – Steve frunció los labios, mientras me arrebataba la bebida. Él tampoco bebió nada más cogerla, si no que sopesó las cosas con calma. - ¿A qué te refieres? – acabó por preguntar.
-          Sin duda, es bonito. Pero… no sé, es una palabra demasiado simple. Sería como decir que el cielo es grande. No basta para definir la inmensidad que lo compone.
>> Imagina… – lo medité un instante. – Imagina dos planetas. Ambos girando a una velocidad rapidísima sobre sí mismos y moviéndose a toda pastilla, ambos atrayéndose de una forma en extremo peligrosa. Y, llegado el momento, los dos planetas chocan inevitablemente, porque la gravedad siempre hace de las suyas. El amor es el caos originado por la colisión de los dos planetas. Y es jodidamente devastador. Te hace pedazos, ¿sabes? Pierdes la lógica, pierdes cualquier vestigio de razón, pierdes la capacidad de analizar los sucesos con calma. Los sentimientos lo devoran todo a su paso.
Sonreí inevitablemente al recordar el momento exacto en el que colisioné con ella, en el que me encontré por primera vez inmerso en sus iris azules oscuros casi negros y lo supe. No me hizo falta una señal divina, ni un cartel enorme con la verdad escrita en él, como sale en los dibujos animados. Fue la simple forma en la que ella entrecerró los párpados y enarcó una ceja la que me alteró la respiración y me apresó en sus redes.
-          Ya no es “tú y yo”, ahora es un “nosotros”. Y te dicen, siempre te dicen: “colega, baja la intensidad. Estás yendo demasiado rápido, estas completamente loco por ella. Y, cuando te deje, te hará tanto daño que no podrás recuperarte”. Pero, Steve, permíteme decirte que la gente es idiota. No saben de lo que hablan.
Bebí otro trago de vodka, porque no podía seguir hablando de sentimientos tan profundos estando tan sobrio. El alcohol alteraba la percepción y me hacía entender mejor a mi pobre cerebro descolocado.
-          Cuando te enamoras, no eres capaz de controlarlo. No puedes decir “la querré hasta este punto y ni un poco más, porque si no, será demasiado”. Vaya gilipollez – me reí de esos malditos consejos estúpidos que tanto había oído en las últimas semanas. – Te vuelves adicto. Empiezas a necesitar pasar 25 horas al día con ella. Le regalas tu corazón, aunque sabes que podría romperlo. Pero es que eso no te importa, te da exactamente igual. Porque, sin ella, no lo quieres.
>> ¿Cómo es estar enamorado, dices? Es demoledor. Rompe todas las reglas y todos los esquemas. Los planes que tenías se van a la basura y te importa una mierda. Olvidas quién eres sin darte cuenta siquiera. Es brutal, Steve. Pero, como tú dices, es bonito. Es terriblemente hermoso. Y, créeme, no hay nada mejor en esta vida que enamorarte… y ser correspondido. Porque pierdes mucho, porque te vuelves loco, porque apenas eres capaz de pensar, pero todo eso, todas las consecuencias que se te ocurran… merecen la pena.
Dejé la botella en el suelo y me tumbé boca arriba, con la vista fija en los millones de estrellas que sabía que estaban ahí, en alguna parte. Y me pregunté cuántos planetas, justo en ese momento, estaban colisionando donde fuera y ocasionando un caos denominado amor.

No podía seguir viviendo tranquila sin introducir el caos en una de mis historias. Esta es una de las situaciones donde el caos me enamora, porque, para mí, el amor implica caos. Descontrol, incoherencia, desorden, confusión, imprevisible. Características del caos y del amor, ¿verdad?
Soy una cursi. Estoy condenada a seguir soñando.
 

2 comentarios:

  1. ooooooooooooh que bonito cursi!!! Desgraciadamente no lo puedo admirar como merece porque no nunca he estado enamorada, pero me gusta la definición que has hecho.

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  2. Jajajajajajajaja Si es que soy una cursi... Yo tampoco he estado enamorada (creo y espero), pero me lo imagino así. Y me da miedo.

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