10 marzo, 2012

Veintitrés milisegundos de paradas cardíacas.

En el trayecto de vuelta a casa del restaurante, caminando entre las ya casi vacías calles de la ciudad, me di cuenta de nuevo de que Dakota parecía extrañamente nerviosa esa noche.
La había llevado a cenar a uno de mis restaurantes favoritos, el mexicano de la calle de detrás del cine antiguo, a donde llevaba yendo más años de los que recordaba. No era íntimo ni romántico, pero me parecía perfecto para nosotros. Porque no éramos una pareja romántica ni melosa. Ambos éramos demasiado sarcásticos, apasionados y duros para ir a un restaurante con velitas aromáticas y rosas rojas en los floreros.
Pero quizá estuviera equivocado, porque durante toda la noche ella se había mostrado distante y distraída. Quizá no le hubiera gustado tanto el restaurante como yo había pensando, quizá esperaba algo mejor.
Intenté recordar en qué momento exacto empezó a comportarse así y me remonté al inicio de la cita, cuando pasé a recogerla por su piso, que estaba a cuatro manzanas a pie del mío. No pude evitar sonreír ante mi primer encuentro con su alocada compañera de piso.
-          Kayla está rematadamente loca.
Se rió, pero hasta en sus carcajadas quedaba patente que algo no andaba bien.
-          Y eso que la acabas de conocer. Pásate diez años con ella y no te quedará ni un ápice de cordura.
Rememoré el interrogatorio al que me había sometido nada más acomodarme en el mullido sillón del salón, mientras esperaba que Dakota terminara de vestirse y arreglarse. Kayla me contó de manera rápida y superficial que una operación se había alargado más de la cuenta y que por eso tendría que esperar unos minutos más, que ella aprovecharía para conocerme mejor. Así lo había llamado.
Era lo más parecido a una conversación con un padre cargado con una escopeta que había mantenido en mi vida, pero la joven cardiocirujana me había caído bien. Puede que estuviera un poco desequilibrada, pero sin duda era la clase de amiga con la que se podía contar siempre.
Y la espera valió la pena, solo por ver salir a Dakota con su vestido hasta las rodillas de color azul oscuro, de un solo tirante; los tacones de apenas tres centímetros a juego y el pelo suelto rubio suelto alrededor de su rostro. El corazón se me había detenido veintitrés milisegundos al verla en el marco de la puerta, con la sonrisa de bienvenida que siempre me dedicaba. Luego, clavó su mirada en su mejor amiga y le bufó un “nos vamos, Kayla; pórtate bien”, antes de sacarme corriendo fuera del apartamento. Eso fue todo lo que pude esperar antes de estrecharla contra mi cuerpo y saborear su pintalabios color coral seguido del perenne regusto de su boca, que me enloquecía cada vez que chocaban nuestros labios con desenfrenada pasión.
Pero, desde el mismo instante en enganchó sus manos detrás de mi cuello, noté su titubeo, que había durado toda la cena y nos acompañaba de vuelta a casa.
-          ¿Va todo bien? – acabé por preguntarle, incapaz de seguir fingiendo que todo marchaba como debía ser. - ¿No te ha gustado el restaurante?
-          Sí, sí. Me ha gustado, en serio. – Noté la sinceridad en su voz, pero también el trasfondo que intentaba ocultar.
Me detuve en medio de la acera y le cogí de la mano para frenarla también. Ella se giró, pero no me miró a los ojos, sino que clavó la mirada en mis zapatos, otro síntoma inequívoco de que algo extraño sucedía. Dakota siempre, siempre, clavaba sus pupilas con decisión en las mías, retándome a cada instante a que la tomara en brazos y me perdiera entre su cuerpo, porque ella lo estaba deseando.
-          Entonces, ¿qué pasa, Dakota? Y no me mientas. – Le apreté la mano con suavidad, para reclamar su atención, que seguía centrada en algún punto del suelo a nuestros pies.
Frunció los labios y levantó levemente la vista, pero siguió evitando mi mirada, como si la atemorizaran mis iris azules.
-          Yo… yo... No sé qué decir – susurró, con la voz entrecortada. Empezó a respirar de forma acelerada, poniéndose nerviosa.
-          Simplemente, dilo, por favor. – Mi tono tampoco era muy elevado, pero es que el miedo había empezado a florecer en mi pecho.
Aquellas reacciones… parecían una clara señal. Si le sumaba que llevaba toda la semana algo distante conmigo, que siempre empezaba una frase y la dejaba a medias, como si perdiera el valor para terminar todas las sílabas, y que llevaba toda la noche evitando mi mirada, todas las piezas encajaban a la perfección. Dakota iba a romper conmigo.
El pensamiento hizo que a mí también se me aceleraran el corazón y la respiración, mientras el miedo me atenazaba el estómago. ¿Qué había hecho mal? Hasta esa noche (esa fatídica noche), pensaba que nuestra relación era lo más parecido a la perfección que pudiera suceder entre dos seres humanos en este mundo, pero probablemente esas esperanzas eran el resultado de las ilusiones de un idiota y, en realidad, ella no pensaba así. Se había cansado de mí. Me iba a dejar. Me expulsaría de su vida de una patada y no volvería a contemplar su rostro por las mañanas, cuando se quedaba a dormir en mi casa y yo la llevaba al trabajo en moto. No volvería a sentir sus brazos alrededor de mi cuerpo cuando desafiáramos a la gravedad corriendo sobre dos ruedas.
Me obligué a contener el dolor, a esperar que pronunciara las palabras que me partirían en dos.
-          Dakota – susurré su nombre como una oración, mientras cada célula de mi cuerpo le rogaba que no me abandonara, que no me tirara al suelo como una colilla usada y me pisoteara con sus tacones azules.
Ella dudó un instante más, antes de levantar la vista y, de pronto, clavarla con fijeza en mis pupilas.
-          Yo… Mark, yo… Joder, ¡te quiero!
El eco de su voz resonó en toda la calle, mientras sus palabras me paralizaban el corazón.

Soy rematadamente cruel y lo sé. La respuesta de Mark, en el siguiente "capítulo", que intentaré subir mañana, pero no prometo nada, porque va a haber lío por mi casa.
No es un gran texto, pero bueno, es lo que tiene. 
    Canción de hoy: Running on sunshine. You got me running on sunshine. La letra de la canción queda perfecta pafra este fragmento, la verdad. Y a mí es que me encanta.

2 comentarios:

  1. Me he dado cuenta de que cuando que nombras un restaurante,bar o cafetería siempre está detrás de algún lugar: el cine,la universidad,etc
    Siempre pides sinceridad, así que la daré: no es de las mejores pero tampoco es mala.Esperaba que pasara otra cosa,pero no me ha dejado mal sabor de boca tampoco.
    La respuesta de Mark es demasiado evidente, pero ya se que no es lo mismo para el lector que para los personajes...pero realmente me asustaste bastante,según iba leyendo creía que Dakota pensaba dejar de verse con Mark porque pensaba que era un amor no correspondido o algo de eso.
    No se si habrás visto la película Tomates verdes fritos, pero Kayla realmente se me parece a Idgie,tan alocada, tan vivaz y graciosa como muestra ser Kayla...Y Dakota es Ruth,ahora solo falta que alguien le de un sartenazo a Mark y luego hagan una barbacoa con su cuerpo que luego se comerá el policía que investiga la desaparición de "Mark", que graciosa esa parte de la película,demasiado graciosa....

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  2. Desi, desi, desi, desi... Te recuerdo que sé donde vives. Es que además cuando estaba bajado la página para seguir leyendo, vi tu comentario de soy cruel y lo sé y digo LA MADRE QUEEEEE, marta tranquilízate y termina el texto... VOY A IR A LA CASA Y LEVOYAESCACHARLACABEZA!!!!! Pues... eso básicamente, me ha gustado, me he interesado, estoy de acuerdo con Irene de que no es de los mejores, pero me he pegado a la pantalla xDDD
    Estás tardando en subir lo que queda...

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