Me despertó un sonido desagradable, chirriante,
demasiado agudo. Era como si hubiera un niño berreando junto a mi oído; molesto
e irritante. Abrí los ojos lentamente. Sentía que me acaba de dormir hacía
apenas unos instantes, pero un rápido vistazo a la hora del despertador me
indicó que eran casi las seis y que había descansado a pierna suelta toda la
noche.
Intentando despejar la mente, busqué la procedencia del sonido, mientras oía con
claridad como Lightning también despertaba en la litera de arriba y murmuraba
una maldición para sí mismo. Sin encontrar de donde venía aquel molesto ruido,
me senté en la cama y me llevé las manos a la cabeza, intentado concentrarme lo
antes posible, por si aquella aberración fuera algún tipo de señal.
-
Mierda – murmuró mi compañero de cuarto. Bajó de
un salto desde la altura de la litera de arriba al suelo y me miró con una
seriedad poco usual en sus ojos. – Tenemos que darnos prisa.
-
¿Qué pasa, Lightning? – le pregunté. Mi voz
salió ronca, tras más de siete horas sin usarla, y también debido a la sequedad
de mi boca.
-
Es la alama. Alerta roja. Tenemos problemas – no
me dio más explicaciones. Se puso unos zapatos en un par de segundos y se largó
de la habitación, dejándome solo y con un montón de dudas.
Ya sabía que algo raro estaba ocurriendo la nave;
de eso no había duda. Pero, ¿una alarma? ¿Qué simbolizaría la “alerta roja”? ¿Y
ese enigmático “tenemos problemas”? No entendía a qué se podía referir. ¿Qué
problemas podía tener una nave que marchaba sin problemas, sin molestar a
nadie? Sería un fallo en los motores, en el rumbo. O un campo de asteroides.
Eso sonaba más razonable, aunque el capitán nunca había tenido problemas para
arreglárselas contra un par de piedras grandes que volaban por el espacio.
Me vestí, me calcé, y salí de la habitación. No me
preocupé de la puerta abierta que dejaba a mi espalda, porque aquel aborrecible
ruido, la sirena que insistía en que mi vida estaba en peligro, no cesaba de
sonar. La curiosidad había dejado paso a la preocupación y ahora me era difícil
contenerme para no echar a correr por el pasillo que llevaba hasta la Sala de
Mandos, el mismo lugar donde Salamandra me había advertido acerca del
sufrimiento que conllevaba un amor no correspondido. De algún modo paradójico,
todos los sucesos importantes de mi vida en estos momentos sucedían en esa
sala. Bueno, no podía quejarme. Al menos, las vistas eran maravillosas.
Aceleré el paso, oyendo mis pisadas resonando con
fuerza en el suelo metálico, con el corazón en un puño y el estómago encogido.
Empezaba a tener miedo, un pánico que nacía en mi pecho y se extendía por mis
extremidades, hasta arrastrarse hasta el cerebro.
Cuando por fin llegué a la sala, descubrí que era
el único miembro de la tripulación que faltaba por llegar. El capitán se
encontraba observando a través de las enormes cristaleras, a la inmensidad de
la galaxia a través de la cual estábamos viajando. Shadow estaba sentado
en una silla cercana a él, jugueteando con una navaja entre sus dedos.
Si había una sensación que siempre me producía
aquel hombre, era inquietud. Me parecía un lobo disfrazado, que intentaba
ocultar su verdadera personalidad, y era mucho más peligroso de lo que nos
hacía creer.
Sentado encima de una especie de mesa que separaba
un panel de control de otro se encontraba Romeo, con su Julieta entre sus
brazos, aunque ambos girados hacia el capitán, expectantes. El apodo les venía
como anillo al dedo, sin duda. Habían ingresado en la tripulación juntos, ya
como una pareja, y se preocupan uno por el otro hasta el punto de ser cursis e
insoportables. Se habían ganado el sobrenombre a pulso. Eran la historia de
amor con final feliz que se desarrollaba dentro de la nave. Al principio, los
dos se habían quejado y habían estado firmemente en contra de ese nombre, pero
ahora hasta se llamaban entre ellos así. Era lo que pasaba en el Collapse: tu
identidad quedaba remplazada por completo por otra, te convertías (de algún
modo) en una persona distinta, aunque seguías siendo la misma.
Aparte de ellos, estaban los hermanos de la
tormenta, uno pegado al otro, respaldándose mutuamente. Se encontraban apenas a
un par de metros del capitán y de Salamandra, que se encontraba al lado de
este, diciéndole algo en voz tan baja que era incapaz de oírla, solo veía el
movimiento de sus labios al pronunciar cada palabra. Sparks estaba sentada en
el suelo, con la espalda apoyada contra la pared y los ojos cerrados de
cansancio, probablemente esperando órdenes. Se encontraba apenas a una decena
de centímetros de mi compañero de habitación, que aprovechaba su posición para
cubrir el cuerpo de la chica con el suyo, en un primitivo instinto de
protegerla.
Avancé un par de pasos; cada una de mis pisadas
resonando como si tuviera un eco. Al igual que un grupo perfectamente
sincronizado, todos se giraron al unísono al oírme llegar y me contemplaron con
una expresión extraña; parecían afligidos, preocupados. Bueno, no todos. Shadow
se mantenía tan imperturbable como siempre, aun jugando con su arma, y
Salamandra y el capitán no habían dejado de hablar.
No musité una sola palabra; me limité a esperar,
como hacían todos los demás. Me consideraba un miembro más del grupo, no tenía
porqué destacar interrumpiendo la situación de tensión reinante en la sala.
Permanecí de pie, con la vista clavada en el capitán Winter y su interlocutora.
De pronto, ella entrecerró los ojos de un modo
amenazante y le advirtió algo al hombre. No había oído sus palabras, pero
estaba claro por la posición de su cuerpo, tensa como la de un depredador
dispuesto a lanzarse sobre su presa. Luego, lo miró con fijeza y se alejó de
él, hasta un extremo de la sala, donde se recostó contra la pared. Enarcó una
ceja, en una señal de desafío claro.
El capitán nos miró a todos, uno a uno. Carraspeó.
-
Bien – empezó; la inseguridad patente en su voz.
– Todos sabéis el motivo de que estéis aquí. Ha saltado la alarma; estamos en
un lío de los gordos. Y… como bien me ha dejado claro Salamandra, no nos queda
más remedio que defendernos.
El dirigente de aquella nave paró su discurso,
quizá esperando que alguno expusiera su opinión. Ninguno lo hicimos,
continuamos mirándolo sin decir nada.
-
Pues eso. – Suspiró. – No es la primera vez que
sucede; la mayoría de vosotros sabe de qué estoy hablando y de cuál es la “solución”.
– Me miró a mí cuando dijo la palabra “mayoría”, dejando aún más claro que yo
era el que no sabía lo que estaba pasando. – Así que… se vuelve a repetir la situación
una vez más.
-
Y nosotros volvemos a comportarnos como animales
salvajes – replicó Julieta de pronto.
Todos la miramos al mismo tiempo. Mantenía los
puños cerrados, mordiéndose el labio, y con la mirada ceñuda. Romeo le había
puesto una mano en el hombro, en un claro gesto que indicaba que debía
calmarse.
-
A lo mejor simplemente pasan de largo. - Insistió ella.
-
O a lo mejor nos matan – respondió Shadow, en
tono burlón, esbozando una sonrisa maliciosa. Agarró el filo de la navaja entre
el índice y el corazón y la lanzó al aire, para cogerla por la empuñadura en la
caída, de una forma siniestra.
-
No tenemos pruebas de que sea así – argumentó la
chica.
-
¿Prefieres esperar hasta que los tengamos pegados
y sea demasiado tarde para salir vivos de esto? – esta vez habló Salamandra,
con una voz dura como el acero. Sus ojos se habían congelado.
Julieta negó con la cabeza y descendió la mirada,
hasta dedicarse a observar el piso que se extendía bajo nuestros pies. Se
encogió de hombros de una forma que denotaba agotamiento.
-
Estoy harta de esto. – Fue lo único que añadió.
Luego, se recostó contra el pecho de su Romeo y cerró los ojos, abstrayéndose
por completo de la realidad.
-
Sabías donde te metías, Julieta. Ahora ya es
tarde para lloros – replicó Salamandra con frialdad. Luego, miró al capitán y
enarcó ambas cejas. - ¿Y bien? ¿Tenemos luz verde?
El aludido arrugó la frente, en medio de una
encrucijada. Luego, suspiró y asintió.
-
Adelante, Salamandra. Sparks – deslizó la vista
hasta la rubia, que ya estaba de pie y con una sonrisilla asomando en las
comisuras de sus labios. Ambas asintieron con la cabeza y se dirigieron hacia
una especie de plataforma que se encontraba en un lateral de la sala.
Había reparado en ella alguna que otra vez, pero no
sabía qué hacía allí ni para qué la utilizaban.
Había
escuchado cada palabra de la conversación, pero seguía sin tener idea de qué
estaba sucediendo. Algo malo, sin duda. Algo que causaba opiniones dispares entre
los miembros de la tripulación, que dejaba sin opciones al capitán, que no era
la primera vez que sucedía. Y aun así, era la primera en los tres meses que
llevaba allí que pasaba.
Incapaz de seguir en silencio, atormentando por la
curiosidad, la preocupación y el temor, me atreví a hacerme oír.
-
¿Capitán? – hablé con voz firma pese a lo inseguro
que me sentía por dentro. - ¿Qué sucede?
Miré al hombre, que estaba de espaldas a mí, pero
no parecía estar dispuesto a darme una respuesta, ni siquiera parecía haber
oído la pregunta, perdido en sus pensamientos. Lentamente, deslicé la vista por
la sala en busca de alguien que me proporcionara respuestas. Romeo y Julieta
conversaban en voz muy baja, cara a cara; ella se había girado. La pareja estaba
inmersa el uno y el otro, así que no podía esperar atención por su parte.
Sparks y Salamandra estaban en las plataformas, apretando una serie de concisos
botones de la maquinaria de su alrededor. Thunder se encontraba al lado de la
muchacha pelirroja, intentando ayudarla, y lo mismo hacía Lightning con la
rubia, aunque era más bien como si intentaran ocuparse haciendo algo,
independientemente de qué fuera.
Solo quedaba Shadow, pero lo conocía lo suficiente
para saber que solo me daría como respuesta una sonrisa de desprecio y una
mirada burlona, restregándome mi ignorancia con su gesto. Preferí esperar la
respuesta de la boca del capitán.
-
¿Capitán Winter? – insistí.
Él continuaba mirando a través de las cristaleras.
Miré una vez más a mi alrededor y vi a Sparks y a Salamandra de pie sobre las
plataformas, que las elevaban hasta otra sala sobre la que nos encontrábamos, una de la que yo
desconocía su existencia hasta aquel preciso instante.
Volví la vista hacia el líder de la tripulación y,
por curiosidad, seguí su mirada. Entonces, lo vi. La cantidad de puntitos que
se acercaban a nosotros: eran naves, mucho más pequeñas que la nuestra, de las
que usaba el Imperio para misiones de búsqueda y persecución. Las llamaban las blackflies y nadie quería verlas a su
espalda.
-
Blackflies
– susurré.
-
Sky – dijo el capitán de pronto. – Hay algo que
quizá debiera decirte mucho antes. Desde que entraste a formar parte del
Collapse, debí contártelo. Pero supongo que quise protegerte, a pesar de los
consejos y advertencias que diversos miembros de la tripulación me hicieron.
-
Destroyer 1 listo – resonó de pronto la voz de
Salamandra. Se oía por un interfono colocado en una de las mesas de comandos.
-
Destroyer 2 listo – replicó de inmediato la enérgica
voz de Sparks. – Oye, pelirroja, ¿te apetece jugar? – aquellas palabras eran
comunes en la boca de la chica, pero me sorprendió oírla hablar de jugar con
nuestras vidas en tan grave peligro.
-
¿Qué me propones, chispitas? – respondió Salamandra,
con un deje divertido en su voz.
-
Gana la que más blackflies derribe, hasta que esos idiotas monten en retirada. Y
la que pierda debe asumir las tareas de limpieza de la otra durante una semana.
-
¿Estás segura de que quieres limpiar tanto,
chispitas? – la burla en el tono de Salamandra era intimidatoria; seguramente
lo hacía para que Sparks se desconcentrara.
-
Eso ya lo veremos – fue toda la respuesta de su
compañera.
Entonces, las dos se callaron a la vez.
Yo no entendía nada. No entendía qué iban a hacer
las dos chicas. No entendía qué era lo que pretendía decirme el capitán. No
entendía el enfado de Julieta, ni las palabras de Salamandra. No entendía
porqué nos perseguían los blackflies,
las naves que el Imperio usaba para buscar y apresar criminales.
No entendí nada de eso hasta que el capitán
respondió a mis preguntas.
-
El Collapse es una nave de mercenarios, Sky. Y
todas nuestras cabezas tienen precio.
Bueno, la entrada prometida. Tengo la continuación en mente, pero es muy tarde y apenas soy capaz de mantener los ojos abiertos. Intentaré escribirla y subirla esta tarde, pero no prometo nada. Al menos, espero que esta baste de momento.Revela algún secreto, pero nada demasiado gordo. Pero, ¿qué va a hacer ahora Sky? ¿Y qué opinará de Salamandra?
p.D. ¡Hoy salón del manga! Quiero dedicarle una mención especial, por ser la primera vez que llevo cosplay, y de las mejores en las que lo he pasado. ¡Besos!
hmm...me gusta, me gusta mucho, ya se pone interesante *w*
ResponderEliminarEn el fondo me da pena Sky, todos le ocultan algo,es el típico marginado que está fisica y mentalmente pero nunca se entera de las cosas xD
Todo depende de tí pero yo creo que le costará asimilar bien todo lo de que son mercenarios y eso e incluso pensará en delatarlos o algo por el estilo pero por Salamandra no lo hará.
PD. no se si lo has hecho aposta o no, o simplemente es un descuido, pero el único fallo que encuentro y que puede inducir a error es que en el título te faltó el (III)
Joder tia, estoy enganchada eh xD me siento como si estuviera viendo una serie de ciencia ficcion, claro que, muchisimo mejor.
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