13 mayo, 2012

Y los blackflies trajeron la verdad... y el miedo. (III)


Me despertó un sonido desagradable, chirriante, demasiado agudo. Era como si hubiera un niño berreando junto a mi oído; molesto e irritante. Abrí los ojos lentamente. Sentía que me acaba de dormir hacía apenas unos instantes, pero un rápido vistazo a la hora del despertador me indicó que eran casi las seis y que había descansado a pierna suelta toda la noche.
Intentando despejar la mente, busqué la procedencia del sonido, mientras oía con claridad como Lightning también despertaba en la litera de arriba y murmuraba una maldición para sí mismo. Sin encontrar de donde venía aquel molesto ruido, me senté en la cama y me llevé las manos a la cabeza, intentado concentrarme lo antes posible, por si aquella aberración fuera algún tipo de señal.
-          Mierda – murmuró mi compañero de cuarto. Bajó de un salto desde la altura de la litera de arriba al suelo y me miró con una seriedad poco usual en sus ojos. – Tenemos que darnos prisa.
-          ¿Qué pasa, Lightning? – le pregunté. Mi voz salió ronca, tras más de siete horas sin usarla, y también debido a la sequedad de mi boca.
-          Es la alama. Alerta roja. Tenemos problemas – no me dio más explicaciones. Se puso unos zapatos en un par de segundos y se largó de la habitación, dejándome solo y con un montón de dudas.
Ya sabía que algo raro estaba ocurriendo la nave; de eso no había duda. Pero, ¿una alarma? ¿Qué simbolizaría la “alerta roja”? ¿Y ese enigmático “tenemos problemas”? No entendía a qué se podía referir. ¿Qué problemas podía tener una nave que marchaba sin problemas, sin molestar a nadie? Sería un fallo en los motores, en el rumbo. O un campo de asteroides. Eso sonaba más razonable, aunque el capitán nunca había tenido problemas para arreglárselas contra un par de piedras grandes que volaban por el espacio.
Me vestí, me calcé, y salí de la habitación. No me preocupé de la puerta abierta que dejaba a mi espalda, porque aquel aborrecible ruido, la sirena que insistía en que mi vida estaba en peligro, no cesaba de sonar. La curiosidad había dejado paso a la preocupación y ahora me era difícil contenerme para no echar a correr por el pasillo que llevaba hasta la Sala de Mandos, el mismo lugar donde Salamandra me había advertido acerca del sufrimiento que conllevaba un amor no correspondido. De algún modo paradójico, todos los sucesos importantes de mi vida en estos momentos sucedían en esa sala. Bueno, no podía quejarme. Al menos, las vistas eran maravillosas.
Aceleré el paso, oyendo mis pisadas resonando con fuerza en el suelo metálico, con el corazón en un puño y el estómago encogido. Empezaba a tener miedo, un pánico que nacía en mi pecho y se extendía por mis extremidades, hasta arrastrarse hasta el cerebro.
Cuando por fin llegué a la sala, descubrí que era el único miembro de la tripulación que faltaba por llegar. El capitán se encontraba observando a través de las enormes cristaleras, a la inmensidad de la galaxia a través de la cual estábamos viajando. Shadow estaba sentado en una silla cercana a él, jugueteando con una navaja entre sus dedos.
Si había una sensación que siempre me producía aquel hombre, era inquietud. Me parecía un lobo disfrazado, que intentaba ocultar su verdadera personalidad, y era mucho más peligroso de lo que nos hacía creer.
Sentado encima de una especie de mesa que separaba un panel de control de otro se encontraba Romeo, con su Julieta entre sus brazos, aunque ambos girados hacia el capitán, expectantes. El apodo les venía como anillo al dedo, sin duda. Habían ingresado en la tripulación juntos, ya como una pareja, y se preocupan uno por el otro hasta el punto de ser cursis e insoportables. Se habían ganado el sobrenombre a pulso. Eran la historia de amor con final feliz que se desarrollaba dentro de la nave. Al principio, los dos se habían quejado y habían estado firmemente en contra de ese nombre, pero ahora hasta se llamaban entre ellos así. Era lo que pasaba en el Collapse: tu identidad quedaba remplazada por completo por otra, te convertías (de algún modo) en una persona distinta, aunque seguías siendo la misma.
Aparte de ellos, estaban los hermanos de la tormenta, uno pegado al otro, respaldándose mutuamente. Se encontraban apenas a un par de metros del capitán y de Salamandra, que se encontraba al lado de este, diciéndole algo en voz tan baja que era incapaz de oírla, solo veía el movimiento de sus labios al pronunciar cada palabra. Sparks estaba sentada en el suelo, con la espalda apoyada contra la pared y los ojos cerrados de cansancio, probablemente esperando órdenes. Se encontraba apenas a una decena de centímetros de mi compañero de habitación, que aprovechaba su posición para cubrir el cuerpo de la chica con el suyo, en un primitivo instinto de protegerla.
Avancé un par de pasos; cada una de mis pisadas resonando como si tuviera un eco. Al igual que un grupo perfectamente sincronizado, todos se giraron al unísono al oírme llegar y me contemplaron con una expresión extraña; parecían afligidos, preocupados. Bueno, no todos. Shadow se mantenía tan imperturbable como siempre, aun jugando con su arma, y Salamandra y el capitán no habían dejado de hablar.
No musité una sola palabra; me limité a esperar, como hacían todos los demás. Me consideraba un miembro más del grupo, no tenía porqué destacar interrumpiendo la situación de tensión reinante en la sala. Permanecí de pie, con la vista clavada en el capitán Winter y su interlocutora.
De pronto, ella entrecerró los ojos de un modo amenazante y le advirtió algo al hombre. No había oído sus palabras, pero estaba claro por la posición de su cuerpo, tensa como la de un depredador dispuesto a lanzarse sobre su presa. Luego, lo miró con fijeza y se alejó de él, hasta un extremo de la sala, donde se recostó contra la pared. Enarcó una ceja, en una señal de desafío claro.
El capitán nos miró a todos, uno a uno. Carraspeó.
-          Bien – empezó; la inseguridad patente en su voz. – Todos sabéis el motivo de que estéis aquí. Ha saltado la alarma; estamos en un lío de los gordos. Y… como bien me ha dejado claro Salamandra, no nos queda más remedio que defendernos.
El dirigente de aquella nave paró su discurso, quizá esperando que alguno expusiera su opinión. Ninguno lo hicimos, continuamos mirándolo sin decir nada.
-          Pues eso. – Suspiró. – No es la primera vez que sucede; la mayoría de vosotros sabe de qué estoy hablando y de cuál es la “solución”. – Me miró a mí cuando dijo la palabra “mayoría”, dejando aún más claro que yo era el que no sabía lo que estaba pasando. – Así que… se vuelve a repetir la situación una vez más.
-          Y nosotros volvemos a comportarnos como animales salvajes – replicó Julieta de pronto.
Todos la miramos al mismo tiempo. Mantenía los puños cerrados, mordiéndose el labio, y con la mirada ceñuda. Romeo le había puesto una mano en el hombro, en un claro gesto que indicaba que debía calmarse.
-          A lo mejor simplemente pasan de largo. - Insistió ella.
-          O a lo mejor nos matan – respondió Shadow, en tono burlón, esbozando una sonrisa maliciosa. Agarró el filo de la navaja entre el índice y el corazón y la lanzó al aire, para cogerla por la empuñadura en la caída, de una forma siniestra.
-          No tenemos pruebas de que sea así – argumentó la chica.
-          ¿Prefieres esperar hasta que los tengamos pegados y sea demasiado tarde para salir vivos de esto? – esta vez habló Salamandra, con una voz dura como el acero. Sus ojos se habían congelado.
Julieta negó con la cabeza y descendió la mirada, hasta dedicarse a observar el piso que se extendía bajo nuestros pies. Se encogió de hombros de una forma que denotaba agotamiento.
-          Estoy harta de esto. – Fue lo único que añadió. Luego, se recostó contra el pecho de su Romeo y cerró los ojos, abstrayéndose por completo de la realidad.
-          Sabías donde te metías, Julieta. Ahora ya es tarde para lloros – replicó Salamandra con frialdad. Luego, miró al capitán y enarcó ambas cejas. - ¿Y bien? ¿Tenemos luz verde?
El aludido arrugó la frente, en medio de una encrucijada. Luego, suspiró y asintió.
-          Adelante, Salamandra. Sparks – deslizó la vista hasta la rubia, que ya estaba de pie y con una sonrisilla asomando en las comisuras de sus labios. Ambas asintieron con la cabeza y se dirigieron hacia una especie de plataforma que se encontraba en un lateral de la sala.
Había reparado en ella alguna que otra vez, pero no sabía qué hacía allí ni para qué la utilizaban.
 Había escuchado cada palabra de la conversación, pero seguía sin tener idea de qué estaba sucediendo. Algo malo, sin duda. Algo que causaba opiniones dispares entre los miembros de la tripulación, que dejaba sin opciones al capitán, que no era la primera vez que sucedía. Y aun así, era la primera en los tres meses que llevaba allí que pasaba.
Incapaz de seguir en silencio, atormentando por la curiosidad, la preocupación y el temor, me atreví a hacerme oír.
-          ¿Capitán? – hablé con voz firma pese a lo inseguro que me sentía por dentro. - ¿Qué sucede?
Miré al hombre, que estaba de espaldas a mí, pero no parecía estar dispuesto a darme una respuesta, ni siquiera parecía haber oído la pregunta, perdido en sus pensamientos. Lentamente, deslicé la vista por la sala en busca de alguien que me proporcionara respuestas. Romeo y Julieta conversaban en voz muy baja, cara a cara; ella se había girado. La pareja estaba inmersa el uno y el otro, así que no podía esperar atención por su parte. Sparks y Salamandra estaban en las plataformas, apretando una serie de concisos botones de la maquinaria de su alrededor. Thunder se encontraba al lado de la muchacha pelirroja, intentando ayudarla, y lo mismo hacía Lightning con la rubia, aunque era más bien como si intentaran ocuparse haciendo algo, independientemente de qué fuera.
Solo quedaba Shadow, pero lo conocía lo suficiente para saber que solo me daría como respuesta una sonrisa de desprecio y una mirada burlona, restregándome mi ignorancia con su gesto. Preferí esperar la respuesta de la boca del capitán.
-          ¿Capitán Winter? – insistí.
Él continuaba mirando a través de las cristaleras. Miré una vez más a mi alrededor y vi a Sparks y a Salamandra de pie sobre las plataformas, que las elevaban hasta otra sala sobre la que nos encontrábamos, una de la que yo desconocía su existencia hasta aquel preciso instante.
Volví la vista hacia el líder de la tripulación y, por curiosidad, seguí su mirada. Entonces, lo vi. La cantidad de puntitos que se acercaban a nosotros: eran naves, mucho más pequeñas que la nuestra, de las que usaba el Imperio para misiones de búsqueda y persecución. Las llamaban las blackflies y nadie quería verlas a su espalda.
-          Blackflies – susurré.
-          Sky – dijo el capitán de pronto. – Hay algo que quizá debiera decirte mucho antes. Desde que entraste a formar parte del Collapse, debí contártelo. Pero supongo que quise protegerte, a pesar de los consejos y advertencias que diversos miembros de la tripulación me hicieron.
-          Destroyer 1 listo – resonó de pronto la voz de Salamandra. Se oía por un interfono colocado en una de las mesas de comandos.
-          Destroyer 2 listo – replicó de inmediato la enérgica voz de Sparks. – Oye, pelirroja, ¿te apetece jugar? – aquellas palabras eran comunes en la boca de la chica, pero me sorprendió oírla hablar de jugar con nuestras vidas en tan grave peligro.
-          ¿Qué me propones, chispitas? – respondió Salamandra, con un deje divertido en su voz.
-          Gana la que más blackflies derribe, hasta que esos idiotas monten en retirada. Y la que pierda debe asumir las tareas de limpieza de la otra durante una semana.
-          ¿Estás segura de que quieres limpiar tanto, chispitas? – la burla en el tono de Salamandra era intimidatoria; seguramente lo hacía para que Sparks se desconcentrara.
-          Eso ya lo veremos – fue toda la respuesta de su compañera.
Entonces, las dos se callaron a la vez.
Yo no entendía nada. No entendía qué iban a hacer las dos chicas. No entendía qué era lo que pretendía decirme el capitán. No entendía el enfado de Julieta, ni las palabras de Salamandra. No entendía porqué nos perseguían los blackflies, las naves que el Imperio usaba para buscar y apresar criminales.
No entendí nada de eso hasta que el capitán respondió a mis preguntas.
-          El Collapse es una nave de mercenarios, Sky. Y todas nuestras cabezas tienen precio.

Bueno, la entrada prometida. Tengo la continuación en mente, pero es muy tarde y apenas soy capaz de mantener los ojos abiertos. Intentaré escribirla y subirla esta tarde, pero no prometo nada. Al menos, espero que esta baste de momento.Revela algún secreto, pero nada demasiado gordo. Pero, ¿qué va a hacer ahora Sky? ¿Y qué opinará de Salamandra? 

p.D. ¡Hoy salón del manga! Quiero dedicarle una mención especial, por ser la primera vez que llevo cosplay, y de las mejores en las que lo he pasado. ¡Besos!

2 comentarios:

  1. hmm...me gusta, me gusta mucho, ya se pone interesante *w*
    En el fondo me da pena Sky, todos le ocultan algo,es el típico marginado que está fisica y mentalmente pero nunca se entera de las cosas xD
    Todo depende de tí pero yo creo que le costará asimilar bien todo lo de que son mercenarios y eso e incluso pensará en delatarlos o algo por el estilo pero por Salamandra no lo hará.
    PD. no se si lo has hecho aposta o no, o simplemente es un descuido, pero el único fallo que encuentro y que puede inducir a error es que en el título te faltó el (III)

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  2. Joder tia, estoy enganchada eh xD me siento como si estuviera viendo una serie de ciencia ficcion, claro que, muchisimo mejor.

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